
Juliane se levantó del asiento del avión. Recordando los consejos de sus padres se adentró en la selva que estaba en medio de su temporada de lluvias, por lo que llovía sin descanso. «Mucho de lo que crece en la jungla es venenoso, así que mantengo mis manos alejadas de lo que no reconozco», escribió Juliane.
Estaba quemada por el sol, hambrienta y débil, y los días se iban sucediendo.
«Gotas heladas caen sobre mí, empapando mi delgado vestido de verano. El viento me hace temblar hasta la médula. En esas noches sombrías, mientras me acurruco debajo de un árbol o en un arbusto, me siento completamente abandonada», escribió.
Al onceavo día despertó con el sonido de las voces de unos hombres que «Pensaron que yo era una especie de diosa del agua, una figura de la leyenda local que es un híbrido de un delfín de agua y una mujer rubia de piel blanca», dijo.
«Mi nombre es Juliana». le dijo en español, idioma que le habían enseñado sus padres.
El tiempo ha pasado y Julianne creció y se convirtió en una científica reconocida por su estudio de los murciélagos.
«La selva es una parte de mí tanto como el amor por mi esposo, la música de las personas que viven a lo largo del Amazonas y sus afluentes, y las cicatrices que quedan del accidente aéreo», ha reiterado en diferentes ocasiones.
